sábado, mayo 18, 2013
Para una mañana
He hablado tantas veces sobre el almibar que surge entre las piernas, en el sexo de la persona. Durante mucho, se había pasado en cocción que llegaba endurecer mi género, descascarándose en la necesidad más primitiva. Nos despertamos del silencio de las voces sordas, hasta mirarnos por un segundo para sucumbir en la sed que nos han contado en las historias más eróticas. Sedimentamos piel muerta por las caricias, los temblores, hasta entrar en el magma emocional que significa comunicarse por los gestos. Un beso en el muslo y las estrellas fluorescentes en el techo, era finalmente intimar. Como cenizas posados, te dije: Cuando despiertes mañana dame caricias, estaré insegura si esto fue real.
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