lunes, noviembre 27, 2017

Una carta al amor

Entre murmullos compañeros he mencionado que el querer es distinto a desear, puesto que este último no es más que una pulsión de acercamiento a lo que nos pareció arrebatado, no a una persona, sino a las posibilidades. Por otro lado, el querer es racional, se quiere siempre con los pies bien puestos sobre la tierra, se quiere cuando conoces, cuando te anticipas y ves las posibilidades. Detrás de querer no sólo hay deseo, un impulso gallardo que te lleva a tomar lo que te extirparon hasta la miseria, sino que hay conocimiento de cómo alcanzarlo, es decir, hay mucha responsabilidad existencial detrás de querer. Y aquella responsabilidad existencial encuentra su propósito en lo álgido de la libertad. Entonces, ¿por qué hablar de "amor" si "querer" es lucha?, porque el amor es la utopía, porque el amor es el poder de todos. 

Y hoy te escribo amor reconociendo la miseria del mundo, cobarde y confundida, amodorrada de la rutina y capitales. Te pronuncio mis palabras desde la comodidad de mi posición semi-aburguesada mientras que a la distancia veo el castigo de los que no pecan, de los que nacieron en el barro y fueron rescatados con el balde que tuvieron que usar para trabajar. Te hablo de mi comodidad semi-aburguesada, malcriada y que piensa que encontró libertad en una profesión, pero heme acá, con las uñas limpias. Hablo de suerte de mi posición, de la posición de los que me antecedieron, porque con esfuerzo tengo más que migajas; hablo de suerte de mi posición social, porque tengo miedo a arriesgarlo todo. ¿Qué libertad he obtenido más que un tanto de suerte? 

¿Y qué es la libertad? Si el tirano tiene una mano igual a la tuya, manos que entran a bolsillos llenos, mientras que las de otros se llenan de llagas. Libertad es ante el tirano, ante la mano que jamás fue amiga y que pide deshonestamente tu perdón en papeletas y carnavales. Libertad, amiga mía, es tener la posibilidad de ser en potencia, el trabajo cooperativo, yo siendo el impulso significativo que te sube a mis hombros para que veas más que antes, para que veas detrás de los muros que instalaron los tiranos. Y te arrojo palabras que siguen enajenadas, porque no conozco amor, porque no conozco utopías completas, sino pequeñas victorias, pequeñas victorias que se llaman tú y yo. Te llamo amor, porque encontré el nido de las aves que están dispuesta al vuelo, porque no me he perdido en la suerte, porque me he encontrado en las razones. 

He encontrado las razones en el deseo, en el deseo que surge de la miseria que ofende, porque la ofensa es la reducción de tu dignidad, es usar lo que tienen para empobrecerte, aislarte y arrebatarte hasta la fe. La ofensa surge de la contraposición política, porque la ofensa es una agresión, la acción contraria de mi derecho, la acción contraria de la ley que escribimos con esfuerzo en la historia: Nuestro derecho. ¿Pero sabes, amor?, soy mujer y mi historia es distinta al deseo de libertad de otros, otros que olvidan que también fuimos historia.