sábado, agosto 26, 2017

Lo sabíamos

Me siento como tú, como tú cuando te digo que me siento como si alguien se hubiese colgado de mi mandíbula, desencajándola del resto de mi cara. Así me siento: invadida por una electricidad por evitar lo que ya sabes.
El doctor me examina, entra por mi lengua y es devorado por mi aliento, destroza mi imagen, destruye todo lo que no entiende, hasta la solución.
Mi personaje de ficción tiene un gato que se llamará Truman. Cada vez que éste juega situándose en lo más alto del lugar sabremos que su show ha empezado.

El dueño de mi cuerpo

Tan extraño como el sudor helado, que quema por el cuello y electrifica tu cabeza; tan extraño como la humectación de tu líbido, la locura expele como un orgasmo. Soñé con una mujer que se desnudaba lentamente frente a mi, me miraba y sonreía mientras se sacaba cada prenda. Luego noto que es hermafrodita y yo quedo rendida a sus pies: ¡la necesito, la necesito!, caigo a sus pies porque la necesito. ¡Grito!, grito sostenidamente hasta reducir el ruido externo y me meto a la teta, como si fuese leche retrocediendo en un cuerpo que se vuelve pueril. Vuelvo a la teta, a su teta, al amor y el error. Lloro, lloro como si fuese semen después de la excitación. Sudo frío, muy frío... muero, apago luces y sueño. 
El dueño de mi cuerpo chilla como un animal, como un prisionero de mi normalidad, con la cabeza atascada en la trampa, una trampa violenta, como el deseo que te mata. Muere el animal por su deseo, como el feroz por hambre. El tiempo no se siente, me enajeno, me extravío, no entiendo. Me siento inteligente por segundos, olvido y vuelvo a ser idiota. El dueño de mi cuerpo es un extraño, una historia extraña que entra a una vida saludable, ¡me mata!. Vibro, vibro excitada para que me bajes la melancolía y comience a llorar posterior al coito. Me desprecio y me amo. No me entiendo. 


Leeme rápido. 

miércoles, agosto 23, 2017

Quizás ya no seríamos amigos

Quizás ya no seríamos amigos o quizás nunca lo fuimos. Por alguna razón me he acordado mucho de ti, Julio, en un escenario completamente diferente, pero que definitivamente responde a un tejido de eventos que nos llevan a este punto. Hablaba de por qué estoy en contra de la psiquiatría, de lo cambiado que estuviste después del tratamiento y lo poco que te entendió este mundo. Hablaba con una amiga sobre el electroshock y su práctica, te recordé, recordé la cara de la Vane cuando le avisé que había hablado contigo mientras estabas internado sin tu consentimiento. Recordé que buscamos la clínica por internet, que fuimos al negocio de tu familia a preguntar por ti, fingiendo que te llevaba una película que me prestaste ("El milagro de P Tinto").
 Recordé que la Vane estaba preocupada porque te vió extraño, debía repetirte las cosas porque no entendías qué sucedía. Recordé que ella te quería mucho, te quiso mucho durante esos años, pero siempre el mundo será una tropa de cojos. Pasó el tiempo y ustedes lo atravesaron, ya no podían verse, pero a veces conversábamos. Yo sabía que la situación del puente, de la enajenación, no fuiste tu, fue el terror que implanta un mundo que indica que estas loco, tan sólo eras un gato con un mundo fantástico en tu cabeza. Tomé distancia para que no llegaras tan fácil a ella, para no ser una intermediaria, a pesar de que te entendía mucho. Sin embargo, el día que te dieron por desaparecido me hablaste, no quise responderte por eso, porque me hice a un lado. Fui canalla. 
Recordé que mi papá cuando te vio caminando por el Remanso dijo "ese niño va a terminar colgado", yo lo quedé mirando con extrañeza. La Vane después sufrió la muerte del Diogo, culpando que te lo habías llevado de la misma manera que tú te habías ido - los perros saltan sin saber que están atados al cuello-. Cuando volví a Los Andes para tener noticias de ti y de tu desaparición tuve un sueño, donde estabas sentado bajo el sillón de mi casa, ese que está bajo la escalera, sonriendo y brillando. Cuando le contaba eso a mis amigas, me comunicaron que ya te habían encontrado. Recuerdo que una de ellas en tu funeral dijo cosas estúpidas, pero hice caso omiso, de nuevo me callé. Ya casi no hablo con la Vane y eso me hace pensar que ya no seríamos amigos si siguieras aquí. 
Puse Gameover porque me acuerdo de tu subtitulo de messenger y que me recomendaste escuchar unas canciones también. Recordé el 13 de mayo del 2010 y que la Vane me rescató de mi pieza. Muchas veces pensé que le di la posibilidad de salvar, de hacer lo que no pudo hacer contigo. Yo, la loca, la de ahora, la del 2009, todas, ninguna entiende lo que pasa con esta vida. Recordé cuando enloquecí con mi abuelo, porque me decía que tenía que echarte de la casa, que ya eran las 3 de la mañana. Él llamó a mi papá y cuando te vio se puso a reir y te fue a dejar a tu casa. Al llegar me dijo "si hubiese sabido que estabas con Harry Potter no habría venido", luego se largó a reír. 
Hay personas que te dan vida por un instante, como ahora, o algunos te dan la vida para siempre, como la Vane el 13 de mayo. Aunque ya no seamos amigos, aunque estemos menos locos, aunque nos trepemos a los árboles para entender el mundo, escondamos nuestra sonrisa por vergüenza, recordaremos sin entender las señales, porque éstas sólo nos quieren dar mensajes antojadizos. 
"Y si ya no existes tú, ¿cómo es que existo yo?" Como es que existo después de años y tu no... azar... cobardías y agallas. 

viernes, agosto 18, 2017

citando

"Para Marx (para cualquier libertario, en realidad), libertad y dictadura conforman un antagonismo indisoluble. Cierto que caminan juntos –como todo binomio de opuestos–, mas no por la misma ruta, y de hacerlo (de pretenderlo, quiero decir), jamás llegarían al mismo sitio: si el fin justifica los medios, son los medios los que prefiguran el fin... En otras palabras, no se alcanza la libertad por la vía de la imposición. Nunca..." Canek Sánchez Guevara 

(No le compro todo al nieto del Che. A pesar que sea el nieto descarriado de los guevara, tiene algo de cierto su critica a la frase "el fin justifica los medios") 

martes, agosto 15, 2017

Nunca fueron señales

Tenía que tomar una decisión sobre asistir a un lugar que no quería, pero debía decir mi resolución ese mismo día. Como tenía que pagar por mi asistencia, comencé a evaluar las señales antes de llegar al lugar y confirmar. De camino pasé a comprar y el vuelto fue exactamente lo que debía pagar ese día para asistir, por lo que me dije a mí misma "estas son señales". No, no era señal que debía ir, sino que, evidentemente yo no lo deseaba y que podría tener todas las condiciones para hacerlo, pero me resistiría hasta el final. Decidí no ir. La señal no es lo que majestuosamente aparece en la vida, si no cómo codifico ese mensaje creado por mi propia percepción y la relevancia que le doy. 

Hoy me dejé llevar por esas señales, esas pruebas a mis propios pensamientos, a esa autoevaluación de mis preferencias. Rompí una regla y creo que debo retirarme de esta emoción que se transforma en un juego. Me di cuenta que me miente. Al igual que una noche hace más de 3 años, sentí, sentí el insomnio apoderándose de mí, intuyendo que las cosas acabarían hoy sin siquiera mover un dedo. Y creo que no encuentro momento más oportuno que este, puesto que esa lectura no es más que un aprendizaje viejo, el cual te da la posibilidad de realizar tu apuesta con los jugadores necesarios. Me retiro de la mesa con los bolsillos llenos.  

domingo, agosto 06, 2017

Excelencia mordaz

Me siento insatisfecha y llena de odio hacia mí, no porque haya errado, no porque sea importante, sino porque no puedo. Tonta, tonta, tonta mujer que no puede ser quien desea ella misma. Débil de voluntad, que piensa que cavila en exceso, pero no lo hace, sólo el ocio te consume. Quiero aprender con tantas ganas, pero me desilusiono de mi, de este ser ordinario. Lo intenté, pero no lo deseo, no tengo la vitalidad de instalarme en este mundo insano, ni siquiera generando una resistencia. Insuficiente, tan insuficiente. ¡Cómo te puede costar tanto!, ¡cómo volver adaptarte y esforzarte te cuesta tanto! Estoy devorada por lo efímero, lo mordaz que acarrea el tiempo, por la pérdida de segundos... lo único que efectivamente se pierde. Busco las horas debajo de las sábanas y jamás las encuentro, ni siquiera en la reflexión exitosa retengo una utilidad. Capitalizada y confusa, deseando la apropiación de mi vida y se me va de las manos. Inútil... ¡Inútil! ¡Voluntad, se mía!