miércoles, septiembre 27, 2017

Mi breve historia con el feminismo

Hasta el año 2014, mi historia con el movimiento feminista fue la misma, veía a pocas compañeras de Universidad asistir a marchas en Concepción, hablar sobre la píldora del día después y yo no entendía nada, sólo consideraba que esas causas eran necesarias, nada más. Recién el año 2014 comencé a ver más campañas feministas, aludiendo más que nada a la libertad sexual y a toda la postura más de deconstrucción propia de la tercera ola, por lo que yo aún seguía sin entender (¿cómo que el dildo es una muestra de la sexualidad? ¿qué es eso del pronoterrorismo? ¿qué es eso de liberar el ano? ¿"el lenguaje crea realidades", pero eso tiene que ver con el significado o el significante (cuerpa)?). Sí, para mi feminismo no era la palabra adecuada, porque desconocía completamente la trayectoria de la lucha de la mujer, desconocía la lucha porque tampoco era consciente para mí, ya que hasta ese momento era increíblemente machista. Veía que amigas o compañeras alzaban slogan, cosas que cuestionaba en su efectividad y originalidad de reflexión, ya que en primera instancia me parecían reflexiones dogmáticas. Me costó comprender qué era el privilegio y el patriarcado, no fue sencillo... y debo asumir que aún me parece un tema demasiado complejo para poder ser enseñado con precisión. 

Le consulté a una amiga y ella me dijo que existían líneas distintas, que estaban las feministas por la diferencia y por la igualdad. Y yo, sin argumentos, le discutía que había visto casos donde la mujer no respetaba la intimidad del hombre, reproduciendo el discurso de la virilidad y la masculinidad. Ella me decía que eran cosas distintas, no era una cuestión de hombres o mujeres, era una cuestión de estructura de privilegios. ¿Qué puedo decir? seguí sin entender en ese momento, pero al menos algo me aproximé. Luego tuvimos clases de género en la Universidad, para variar, creo que terminé más confundida con todas las variantes existentes en el movimiento feminista y sin comprender qué era el patriarcado. El lado amable es que me acerqué mucho al cine en esos planos y recordé otras películas que había visto, lo cual me sirvió de material de análisis posteriormente. 

Tiempo después, un hombre, sí, un hombre me dijo que yo misma me "objetivaba", que mi dependencia emocional me llevaba a objetivarme a cambio de afecto. De pronto, todos los pensamientos comenzaron a hilarse, como si fuese la gran revelación, algo que todo el tiempo trataron de enseñarme y yo no entendía. Le pedí el libro "El segundo sexo" a un amigo y lo devoré en unos días, comprendía con claridad y empecé a doler... empecé a sentir, porque tuve consciencia de cada huella mal habida. 

 Así es como los recuerdos comenzaron a doler y sanar, recordé aquella vez, el año 2010 cuando iba en un bus hacia Santiago desde Concepción y fui ultrajada por el pasajero que estaba a mi lado. Esa semana fui a ver a un amigo que estaba de cumpleaños y el último día que estuve allí lo celebramos, así que bebimos toda la tarde, hasta que en la noche tomé el bus de vuelta a casa, impregnada con olor a cerveza. A eso de las 5 de la mañana (el trayecto toma seis horas y tomé el bus a las 12), siento una mano que estaba tocando la vagina por encima de la ropa. Confundida por lo que estaba sintiendo y percatándome que estaba ladeada mirando hacia la ventana y dándole la espalda al pasajero, traté de moverme para mostrarle que estaba despierta. El quita su mano y la deja en mi trasero, así que yo tomé su mano y la corrí, a lo que él dijo "lo siento" y se dio media vuelta. No pude dormir de ahí en adelante, tenía ganas de salir, sentía ganas de llorar y no entendía por qué. Lo miraba y era un hombre joven, un par de años mayor que yo probablemente, era un hombre común y corriente. Cuando llegamos me bajé velozmente, tomé mi bolso y corrí sollozando. 

Ojalá que todo eso hubiese quedado hasta ahí, pero no fue así, ya que al llegar a mi casa necesitaba conversar con alguien y nadie estaba allí, así que hablé con amigos y todos ellos me dijeron: "es que a lo mejor te sintió el olor a copete", "quién te manda a viajar en ese estado", "te pasó por hueona". Y sí, me sentía incauta, torpe y descuidada conmigo misma. Luego hablé con una amiga y me dijo que a ella le había pasado lo mismo, pero no era un pasajero, era un auxiliar del bus. Todo esto lo recordé porque lo pude entender y en ese momento me pude dar el consuelo que necesitaba. Pero las historias no acababan ahí, puesto que recordé al vecino que atendía un negocio cerca de mi casa y que cada vez que yo iba a comprar bebida, el me tocaba mis pechos pequeños. Yo en esos momentos sólo tenía nueve años o diez, y siempre sospeché de mi misma si era real lo que vivía, si era efectivo que un padre de familia, un hombre que aparentaba ser amistoso con todo el mundo fuera un abusador de menores y de pequeñas mujeres. 

Las historias seguían y seguían, como aquella vez que una pareja que tuve un tiempo solía despertarse en la madrugada y bajarme los pantalones para masturbarse. Yo no participaba de esa situación, ni me parecía erótica, tan sólo lo evitaba y pretendía dormir...
Seguían las historias, otra pareja se retiró de mi casa disgustado porque le dije que no me iba a acostar con él, porque ya habíamos terminado. Siendo que antes de eso me empezó a dar un masaje hasta dejarme inmovilizada contra el suelo, donde yo me desesperé y le señalé aquello...
Seguían las historias, me había contagiado una infección menor que se quitaba con antibióticos, y al avisarle a las parejas que había tenido, ninguno cuestionó que ellos fueran los portadores, ninguno cuestionó haber dicho los improperios que me dijeron: puta, vagina infecciosa, fácil...
Seguían las historias, me controlaron por medio de chantajes, me dijeron que me matara, me mintieron hasta salir de la cama, me hicieron sentir estúpida no una vez, sino muchas veces... y lo era... siempre lo era...

Cuando entendí el feminismo me perdoné, me perdoné por pensar que estaba loca, por pensar que era tonta, por agredirme a mi misma cuando me necesitaba tanto. No quise ir detrás de cada agresor, porque entendí que esto era un sistema, que todo estaba camuflado hasta llegar a lo profundo. Que todos dirán que no, incluso los más hábiles en el tema tendrán prácticas oscurecidas y silenciadas. Y puedo estar equivocada con esto, pero cuando hay mucho ruido, quien obra en silencio puede causar mucho daño. No me sentiré protegida cuando el agresor pague, sino cuando el sistema cambie. No me sentiré protegida cuando el agresor tenga miedo de mí, sino cuando la ética de las personas se base en cuestionar su poder. No, la sociedad no ha cambiado desde que soy feminista, ni cuando lo fueron muchas compañeras, pero lo hará... yo pondré de mi parte. 

Quisiera detener la historia ahí, pero también tengo que reconocer algo, algo que nunca me ha gustado de mi bando, de mi lucha, ese algo es el dogmatismo, el la arrogancia del conocimiento. Un sistema hegemónico controla por medio de la ignorancia, elige lo que unos saben y lo que otros no, por lo que enrostrar el conocimiento de unos frente a otros reproduce la dominación, reproduce nuestro dolor como mujeres. Ridiculizar, menospreciar, desdeñar provoca parte de nuestro sufrimiento, debido a que muchas personas defienden sus reflexiones como manera de mostrarse dignos, inteligentes y capaces (a pesar que no se hayan preocupado de ello). Esta situación a la larga genera una división, de manera que no es el feminismo, ni la razón de nuestra lucha la que nos divide, sino el dogma ante un sistema hegemónico. Algunas feministas dirán: no es el rol de las feministas educar a los hombres, pero yo difiero de ello: cada lucha es enseñar, cada lucha es un aprendizaje, entrar a una lucha es estar dispuesto a formarse e informar. Enseña, lucha e incluye, ahí veo la igualdad... 


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