Año 2002, una canción salió en un canal de televisión, de cierto modo le agarre cierto agrado. La misma, aparece en unos premios del mismo canal cuando presentan a un par de personajes que dirán el nombre del ganador y su categoría. Al año siguiente, un personaje de una serie dice que escucha esa banda en los momentos tristes de su vida. Por mucho tiempo, me veía agradecida por el ocio y los pocos intereses inculcados que tenía, un afán desenfrenado por la música y la caja estúpida. No era esclava de rutinas, hacía las cosas por gusto, hasta que dejé de apreciar levantarme temprano debido a que me cansaba ya que en la noche podía pensar mejor.
Esa capacidad para constituirse provocaba que cada minuto malgastado fuese disfrutado en su laxitud, el cual se iba encajando a formas de comportamientos reiteradas que hacían que el chiste de esta vida se considerara para un recuerdo y una risa espontánea. No es fácil recordar cuando no disfrutas la vida, o cuando no eres capaz de darle sentido. La risa es fácil, una broma dicha de buena manera es capaz de ser entendida como tal hasta que cuando te la vuelven a contar sabes muy bien el final y cómo podría ser más entretenida para ti; al fin y al cabo, sigo hablando de la memoria.
Ahora, la rutina de leer una cantidad de cosas que no haz elegido, ése afán de conocimiento y sin poder recordarlo pasa a ser una de las acciones más atolondradas de estos últimos tiempos. Construimos seres humanos capaz de escribir todo, saberlo todo, e incapaces de recordar. Lo mundano nos atrofia, nos aburre, nos quita sentido, y las ganas de disfrutar porque existen fechas, no comprendemos nuestros tiempos ni lo que sabemos, por ello poco podemos hacer con lo que está plasmado, hemos elaborado una ciencia inútil.
En mis sueños más despierto, me imagino gozando una buena lectura... y en los que tengo los ojos cerrados, esperando que esto termine luego.
¿Es posible encajar tan bien que puedes reír en el momento adecuado?
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