viernes, junio 09, 2017

Bandoleros en los árboles

¿Tendría que culparte? Si soy una niña bandolera que gira con los ojos tapados, moviendo los brazos, fingiendo que disparo al aire. Estoy atrapada en este vasto espacio, congelada hasta los huesos a causa del anonimato. ¿Debería sorprenderme? ¿debería culparte? ¿debería resignarme? ¿debería seguir preguntando? Trepé hasta la cima del árbol para poder dejarme caer, para gritar de un golpe y sentir el último aliento. Trepé para sentir el pitido de la sangre y el silencio de las hojas moviéndose. 
Mi nuca se entibia, mi mirada se fija y mis dedos se ponen rígidos.¿Tengo que terminar las cosas así? ¿A quién le importa? 

¿Pienso esto para que le importe? Nunca he sido tan incoherente. A la gente le gusta las sonrisas, yo no tengo ninguna más que alguna involuntaria. Estrepitosa forma de caer en silencio, como la pausa después del choque, como dejar que las cosas sigan pasando hasta que suene el pitido. ¿Pienso esto para preocuparle a la gente? ¡que va! si los que quitaron las esperanzas, ya han corrido lejos. ¿Es una lucha contra ellos? Claro, como un bandolero disparando al aire. La gente deja sombras, pero nunca su presencia. 

Las sombras se cuelan entre los árboles, como risas viejas que silban entre las ramas, como juegos y pasos rápidos sobre las hojarascas. Las añosas sombras tienen memoria y a veces nos cuentan historias cuando nos sentamos solos en alguna banca. Algunos duermen con esas historias en los parques, se quedan hasta tarde, hasta que culmine con sus oraciones. Algunos corrimos en nuestra imaginación por esas sombras, nos metemos en aquellos cuentos y hacemos temblar las ramas. 

Los bandoleros somos solitarios, porque nunca sabemos si reír o llorar si estamos acompañados ¿alguien me enseñará como sentir? Y si estamos acompañados, a veces no sabemos por qué. Tiemblan mis manos hasta tocar la taza de café, como si volviera en paz después de las fantasías, como si nada de lo que pensara tuviera sentido. Mi cuerpo reposa, mientras mi mente se ha ido caminando hasta llegar al bosque, donde los árboles caen sin hacer ruido. 

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