lunes, febrero 13, 2012
Limpiar quemando
Es curioso ver como la sangre puede deslizarse sobre la piel, un liquido no muy helado, denso... suave. Esa misma sangre adentro a veces quema. No obstante, así mi cuerpo comienza a andar: con el alma en llamas. En algunos casos, el contacto humano hace que desde el exterior la sangre comience a bullir, algunas veces se detiene, pero otras, comienza a quemar más y más, hasta verterse sobre todo, manchando cada momento blanco. Se enciende el libido, comienzas a notar que si no olvidas, las piernas te llevaran a nuevos parajes, nuevos suelos de pieles masculinas. Sin embargo, el corazón quema al igual que el almíbar femenino, deseando cosas mejores, ignorando que el amor no entra por lo dulce de una luna almizclera. Comienza a pegarse en los muros del cuerpo, desesperándose por salir, hasta que el infortunio se acuesta en tu cama y lo lamentas hasta que el almíbar sube a tus ojos y se queda en la almohada. Ahí deja de quemar, se extingue, no queda nada... así se detiene lo que estoy sintiendo, esperando mi propia deshonra.
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