Eran las manos hambrientas, enjutas y llenas de sason, metieron las emociones en un mortero y aplastaron los pedasos que nos iban quedando de las recervas de sangre para preparar unos ricos bocadillos para servir en la mesa. No nos quedaba mucho como para ofrecer un gran banquete, pero las especias le otorgaban lo justo para detener el hambre de sentir tantas veces lo insipido.
Pusimos una bandeja al lado del horno de barro, nos sentamos por horas mientras que el mantel rojo se secaba al sol. No llovia, pero aun asi, los ojos se humedecian por el dia que se presenciaba, la cocinera espero muchas horas, en ellas rio, se angustio, se preguntaba, volvia en la melancolia...
a pesar de todo habia puesto a cocer un sin fin de recetas viejas, al parecer en su vida nueva ya no les servian
1 comentario:
mi aporte de hoy:
"lo leí"
fin
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