Ojalá pueda extrañar cada milímetro de tu cuerpo, la intensidad de calor en tus dedos, o como se preparaban mis brazos al estrecharte. Hubiese querido extrañarte más antes, sentirlo con locura o pedirte un poco más de sensualidad. Pero no me queda más que la ilusión que surgía por la súplica de amarte, a la cual mi pecho no obedecía. Ahora me queda el remordimiento de un corazón que se vuelve gélido con los años, que tiene sólo un pedazo de poesía y música, acompañado de pensamientos amables y un torrente de soledad. Tras todo esto, emanan gotas de gratitud por la oportunidad entregada y el gesto silencioso que volvía preciso cada intento...
En mi finitud construyo mi ausencia al posar mis pies en el camino ripiado del costo de la locura, me borro de todos para aparecer en pequeñas cosas, como en una simple taza de café o un verso de Benedetti.
1 comentario:
Dos cosas: Uno, Entiendo perfectamente esa esencia solitaria y frágil del corazón helado.
Dos, cuando nombran a Benedetti, alguien, en algún lugar del mundo, muere de diabetes.
Un beso.
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