Seamos sinceros, dijo mientras prendía un cigarro. ¿Hay alguna forma de escapar de los estímulos que te da la vida, y por consiguiente, del camino que te empujó a transitar? ¿Cómo puedes dejar de estar equivocada si casi todo te conduce ideológicamente hacia un sentido inexorable? Y por todo eso la sensación de estar atrapada y a su vez desear salir corriendo de tu cuerpo, porque en lo tangible, en lo evidente, en ese evidente codificado y simbólico está tu mayor cárcel. Te preguntas ¿por qué naciste mujer? Ese deseo de ser cualquier cosa menos lo que se puede entender. Porque es así, la pregunta que arrojas es el desconcierto que vives. Puedo decir que culpo a mis ojos por ver mi rumbo de determinada manera, cargada de violencia y desdén; por mis ojos ahora soy vulnerable. Y no, no te dejaron aprender porque empezaste a llevar sobre tus hombros el peso del sufrimiento puesto que sólo así podías ser libre, ya que no deseaste nada por tanto tiempo, y te sentías plana porque no querías nada, pero al menos era el vacío... ¡Ay vida miserable! Cuando empezaste a tener mayores razones para soñar, porque empezaste a amar y tratar de alcanzar nuevas oportunidades y una utopía. Que error más grande es tener tantas expectativas.
¡Lloras por dentro! Tomas el vaso de agua y sostienes el cigarro temblando desde el corazón, con la cara enrojecida y con la mandíbula apretada. Y cada gota de alcohol es la lágrima que se te va al alma. A veces me gustaría decir "adiós, y nunca más". ¡Maldito, malditos sueños y su inminente distopía! Tu vida te quiere muerta y trama una venganza contra ti regalándote más vida ¡Irónica! Y el presente fue tan ausente... y ahi te vieron con fuerza pero nunca caer. Al fin de cuenta es no sentir el caos, más el temblor de tus vísceras. Nada aparentemente está afuera, pero todo se produce adentro... el error es aceptado en la sociedad, pero tu eres el que va caminando muerto. La distopía es la muerte, que de tantas palabras se enreda la lengua creando lo inefable.
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