lunes, enero 27, 2014

gravedad

Solíamos ser niños cuando aprendimos a caminar, cuando nos subimos por primera vez a esa bicicleta sin ruedas de ayuda, cuando nos lanzamos al lado hondo de la piscina, eramos inmaculados ante el miedo, no conocíamos consecuencias porque del fondo habíamos comenzado de innumerables inicios y suelos. Cuando aprendes hay nuevas cosas que tienden a caer, así fue cuando comprendí que estaba a un paso del inicio de mi camino hacia la adultez, cuando mi alma descendía por el peso de las acciones. No obstante, tu piso está elevado y en esa caída libre comienzas a chocar con todos los suelos superados hasta llegar al deseo de la no existencia que queda en la boca materna. 
No importa si fallas, haz ganado rapidez, habilidad, flexibilidad, destrezas y técnicas, por lo que gracias a nuestra memoria podemos subir todo lo que descendemos una y otra vez, hasta aprender a caminar en la cuerda floja que vives cuando entiendes el mundo; ser una mujer equilibrista con gracia. No, no hay escaleras para el resto de nuestra vida, tan solo una cuerda cuyo extremo no podemos ver por aquella luz cegadora que se encuentra hacia ese lado, porque así se muestra el destino. 
Pero así me ven, he vuelto a caer para subir de nuevo... sí, siento cansancio, me duelen mis manos, mis ojos, mis piernas, mi corazón, de la misma manera que pienso mientras logro esta meta... recuerdo. Los recuerdos suceden de esta manera, aparecen cuando tu los invocas porque tienes que olvidar... pero no, no tenemos que olvidar, no nos debemos obligar a olvidar porque hoy somos más fuertes, nos hemos llevado una historia larga que hace que nuestro dedos se muevan, que la boca exhale, y el cuerpo sude. No, no te obligues a olvidar cuando aún te queda por aprender... pero sí debes perdonarte, quitarte las culpas porque esos son los reales pesos de la vida, son los significados torpes que le dimos a nuestras acciones... lleva contigo ser buena persona, para ti, para los demás, para amar siempre. 

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