Tal desperdicio

Una joven de quince años debería dejar de escuchar la palabra amor, como conocer el amor sí la experiencia es ingrata. Es como ponerle el sueño de volar a una oveja, como poder soñar con volar cuando deberías abrir los ojos a quien eres y partir tu propio camino ¡qué es volar, cuando eres capaz de correr por años!. Pues cada uno juega con sus propias cartas, en la mesa de centro, y tu victoria, sí, tu triunfo se expande dentro de lo que llamas tu cuerpo, tu posesión. No digo que el sueño sea pernicioso para una muchacha, sólo que al soñar con ideas ajenas se disfruta en campos ajenos, y sí, el hedonismo es la clave para nuestros logros, encontrarnos a nosotros mismos dentro del placer de ser uno. El amor enloquece a las mentes demasiado soñadoras, a las mentes que les pertenece su propio sueño, los guia por caminos dolorosos, por situaciones de dudas. Y es claro, es parte de toda formación, saber reconocer que tan preparado o que tan placentero puede ser algo ante sí.
Y cuando eres capaz de mirar este conflicto a lo lejos, verte fría, práctica ¿es acaso la solución para lo que enfrento? ¿ver todo mundano y nimio? Si la vida es la que sucede, que la experiencia es la que gana, ¿será un desperdicio llorar y reir? o ¿reir mientras lloras? que el suceso no esta alejado de la pasión, que la vida no esta alejada del hedonismo, que el camino es un manjar y nuestra lengua recorre la experiencia de la vida. No quiero convertirme en una muchacha "debo" si no en una muchacha "quiero", no dudar de mi voluntad, de mi impulso ni de mi motivación; lo tengo pero he tardado en reconocerlo... quizá hoy me encontré a mi misma y abandone el sueño, porqué esté solo sería un sueño si estuviera despierta... No, yo sigo dormida, calma, respirando de la misma forma como si estuviera con los ojos cerrados, esto no es sueño y es mejor... es una realidad