sábado, enero 20, 2018

El bonsai

Él me dijo que era liberal...
Por alguna razón recordé un minuto de mi vida a los 10 años, veníamos viajando de Los Andes a San Felipe en el auto de mi papá, hablábamos de varias cosas, entre esas, sobre ser libre. No puedo detallar la razón del tema, pero mi padre dijo: nadie es libre, ni siquiera en tu propia cabeza, si quieres probarlo, piensa dañar a la persona que más ama de la manera más brutal. Así que intenté pensarlo, pero no pude, el cariño a esa persona no me permitía sin siquiera imaginármelo. Ahora creo que sí podría, por la cantidad de agresión que hay en mi entorno de la cual soy más consciente.

 Sin embargo, me di cuenta que había un límite y ahí, en ese límite, estaba la marca del fin de la libertad. Luego durante años pensé que la libertad se trataba de entropía, del desorden, pero no, en realidad esa marca era la del poder. Así pues entró una nueva discusión, ¿cuál era el rol del poder si hablamos de libertad?, por un lado estaba la realización y el acto; por otro lado, estaba el orden y la coordinación; y por otro punto estaba la subordinación de la acción. En mi discusión personal, me di cuenta que era el poder significaba la acción de ordenar, pero el dilema era ¿cómo y por qué? Y es ahí donde se encontraba la utopía, el lugar lejano que pretendemos llegar, un lugar de un poder socializado o un lugar de un poder jerarquizado. 

La utopía se basaba en una relación de orden anterior, donde el límite no sólo era una marca en el suelo, sino más bien, se construía con ladrillos fuertes, restringiendo cualquier tipo de crecimiento que no correspondiera al orden. Crecíamos como un bonsai, pensando que esa era nuestra gracia, ese era el sentido y le dimos valor a eso. El poder más grande era el status quo, el presente semejante al pasado, la imposibilidad de pensar algo, ni saber cuáles eran nuestras facultades. Pues así armamos el cultivo de locos y revolucionarios, que se preguntaron más de una vez las mismas cosas y se vieron a sí mismos como el primer límite. Entonces, los locos y los revolucionarios, a veces ambos a la vez, empezamos a conocernos, a conocer nuestras facultades y entender dónde se formaba ese límite. 

Y ese límite era por la propiedad, la herencia de privilegios y el castigo, lugar donde tu fuerza se destruía apenas al entrar en contacto con ellos. Lugar donde te degradabas cada vez más, mediante la tortura de vivir como estabas asignado y designado. La propiedad, la herencia y el castigo era ser un bonsai... ¿Y tú, tú que permites el límite, me dices que eres liberal? ¿Tú con privilegios hablando de tortura y de victimización de los que no hemos tenido privilegios? De esta manera recojo una frase popular durante estos días "En Chile se encarcela la pobreza" ¿y tú diciendo que yo soy poco realista para mis abstracciones, cuando no le has trabajado un día a nadie? ¡QUE DESCARO! 

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