Dicen algunas religiones que el origen del sufrimiento es el deseo, en este punto considero que tiene razón. Pero el deseo no es lo mismo que el sueño, porque puede que en nuestra cabeza nos invada aquella imagen utópica, crítica, revolucionaria, pero es en el acto donde se diferencia el deseo del aprendizaje. Pongo estos dos puntos porque no es la idea olvidar que el mundo puede estar mejor, que tu vida puede estar mejor, sino es que conjunto a los sueños hay una carga de madurez, donde quien comienza a soñar debe ver que el deseo sin instrucciones, con pasiones desbordadas aniquila el espíritu. Mientras que quien aprende a soñar aprende a vivir el sueño, con creatividad, ingenio, ocupando el aprendizaje para caminar hacia donde puedes dirigir la vida.
No obstante, creo no haber aprendido lo suficiente y que estoy inevitablemente suspendida en el vaivén de seguir reconociendo lo que no se había presentado; entendiendo, enfrentando, pero jamás luchando... porque el sueño no se hace en la paralela subordinada, sino en la palestra de la libertad.
Camina, camina joven que envejece.
Camina como si en tus suelas llevaras una boca,
ávida de camino,
besando tu trayecto.
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