Esta carta no está escrita a partir de un estado febril, ni de ese amor enfermo que nos golpea el estomago hasta que podamos devolver todo al pozo con cadena. No esta inspirada por esa cara fatigada que se revisa en el baño viendo cuantas lágrimas se han botado y perdido. Comienza en la profundidad de mi ego que se disipa por los ojos, las manos, los pensamientos para poder plasmar estas lineas.
Prometo jamás escribirte "las rosas son rojas, las violetas azules... o del cielo cayo una rosa..." sino hacer poesía de tus uñas, nudillos, rodillas, de todo lo que otros no han hablado en demasía, junto a ello jamás decirte "amor" con palabras rápidas, sino hablarte de cada segundo, de un haz que penetra por mi pupila ante la sombra cautelosa que viene a taparme los ojos. También prometo jamás aburrirme contigo, porque cuando llegue el momento sabré qué hacer y como hacerlo, pero te pido que entiendas que no necesariamente todo lo que no es aburrido es entretenido -debes comprender que no podemos sostener falacias-.
Mi deseo contigo es que seamos reales, que no haya misterio absurdo, sino que no sirvamos del asombro del uno con el otro, de lo mundano, de lo lejano a lo estrafalario o excéntrico. Mi deseo contigo es acostumbrarme a ti y tu así conmigo, para no olvidarnos, para no cambiarnos, para sabernos... y ante todo, para tenernos.
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