Hemos sabido poco sobre nuestro corazón y del deseo que habita en él, porque éste parece estar rodeado por lo inteligible, haciendo que cada experiencia quede en su interior y todo lo desconocido fuera de ese límite. Pues de este modo, se ordena todo lo que nos compete tanto como individuos, ingenuos, deseosos, ávidos de volver a comprender. De todo esto nace nuestro espíritu que potencia el viaje, estas ansias que funciona como el corazón bombeando, contrayendo y ampliándose en cada insinuación de vida. Lo que quiero decir, es que la vida consta en el viaje entre la ignorancia, la sed y el nuevo conocimiento. Ver hacia adentro y sentir angustia, para luego emprender el viaje que necesitas, abrir esos límites permeables, sentir como pulsa la vida cuando estas abarcando un poco más.
Nos miramos al espejo y nos abrimos de nuevo a lo que no íbamos a saber hasta que sintamos el latido, eramos dos niños mirándonos el reflejo, desnudos, inocentes, un poco más de felicidad... y eso era todo y toda la tranquilidad que podemos tener en el presente.
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