La claustrofobia no es más obvia que una forma de manifestar lágrimas o inquietudes incesantes. Pues me recuerdan en mi familia mi extraña actitud innata, que cubierta por unos mantos a mi corta edad, lloraba cuando entraba a una casa y me calmaba cuando me sacaban de dicho lugar. Era siempre, el hogar, el techo, las paredes, la asfixia y posteriormente el hábito de olvidar ese rechazo. Ahora son inquietudes guardadas en la garganta como el virus de un próximo resfrío, las ganas de escapar y mi inutilidad de salir caminado, necesito un impulso para atravesar la puerta... que más que la angustia adaptada tras los años.
Y me he aceptado a través del tiempo, muchacho, ahora deseo que me lleves lejos a lugares donde jamás tendremos un hogar que conste en muros, sino que sean patios extensos cubiertos por telares, que se abriguen del cariño que podrían emanar de nuestras almas. Es porque lloro cuando me encuentro en el cemento, la alfombra, la mesa y la puerta cerrada, cuando las palabras "mío" "tuyo" se vuelven esencial en la vida de las personas, no me digas "siempre" y "nunca" no me digas "tuyo" y "mío", sólo llévame donde los cambios nos hagan bien.
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