Leí por ahí que las personas que conservan a sus ex parejas como amigos son personas que pueden ser psicopáticas o narcisistas, claramente el titular era más categórico que la investigación, más que mal, hablaba que esa conducta privilegia el sostener vínculos para seguir recibiendo beneficios. Tenemos un punto en común, querer seguir recibiendo beneficios, ¿pero cuáles?, ¿bajo qué principios?, si mi valoración hacia el otro siempre va a ser positiva a pesar que un tipo de posición en mi vida no funcione, no significa que esa persona deja de ser lo que ha sido. Sin embargo, si yo no pienso eso de esa persona, si creo que los motivos de distanciarse es porque no veo aquello positivo en el otro y sostengo ese vínculo por otro tipo de beneficios... Claro, puede tener sentido. Pero ninguna de esas razones está completa para mi. Nunca he querido dejar completamente en el pasado a esas personas amadas, porque no lo entiendo, no entiendo como alguien puede amar tanto a alguien y decidir mantenerla lejos: a menos que no sea así, a menos que no te amen. Como desear perder a alguien para siempre, para nunca más tocarla, para nunca más reír junto a esa persona, por qué desear la muerte de esa persona en tu vida. Nunca lo he entendido. Nunca he entendido por qué mi madre deseo dos hijas para hacerlas sentir que no eran amadas, para hacerlas sentir invisibles, para hacerlas sentir un estorbo. Nunca pude entender por qué mi abuela fue la primera en partir, por qué desear que la única persona que te ama, te cuida, te hace feliz debe acabar. Por qué llegar a desear deshacerte de lo que amas.
Las ilusiones son perfectas
viernes, octubre 18, 2024
Vivir es sufrimiento... pero no sólo eso
"La causa del sufrimiento es el deseo" dijo Buda y así se ha extendido su conocimiento. Claramente el príncipe no experimentó la anhedonia producto de la depresión. Durante unos días me he preguntado qué es lo que me detiene de hacer algunas cosas, en especial aquellas que parecen "evidentes". Miedo, dicen a la primera y yo digo "¿de qué?", podría quizás comprender que el síntoma paralizante puede ser similar, pero he tenido miedo antes y hasta a veces ha sido interesante estar sintiéndolo. ¿Me detiene el miedo?, no, no es así, en especial si hay algo para mí después de un trayecto. El "síndrome del impostor" dicen otros, me convencen un poco más. Quizás sí pienso que una carrera como la que busco es para gente que realmente destaca en estos campos, que destaca en el conocimiento y yo siento que sé tan poco, quizás no soy una persona para competir por algo que quiera. ¿Pero no es el propósito de elegir ese camino? ¿constituirse? Aunque en esta pista atlética ovalada el punto de partida sea el de término, la acción relevante es correr. ¿Rendirse sin intentarlo? Quizás es cierto, no creo en mí, pero tampoco me desestimo de la manera que se puede llegar a pensar. Y de pronto aparece la anhedonia: pienso pero no siento. Comer, comer, comer sin saborear. Intentarlo tantas veces como si fuese a resultar, explorando las distintas posibilidades. Ese entumecimiento del alma, como si fueras congelada y detenida por años en el mismo lugar. De a poco ese hielo comenzó a derretirse, empecé a generar algo de calor, pude liberar mi nariz para poder respirar y algunas emociones comenzaron a aparecer. Pero el placer tardó en llegar. Es dificil de explicar, el placer y el dolor son polos emocionales y ante el entumecimiento, son las únicas emociones que el depresivo busca, de esta manera aparecen los comportamientos de riesgo. Sobrevives en base a esas emociones intensas, porque es lo único que tienes. Pero con el tiempo se vuelve insignificantes, porque sin lo que está entremedio, ninguna de esas dos emociones se siente completa. De este modo, ninguna de las dos emociones son lo que debiesen ser, es sólo euforia. Recuperas los colores, todo parece normal, hasta yo. Volví a sentir placer y nuevamente vino de la mano del dolor, pero no sólo de ello, sino también con la claridad del deseo. Vivir es sufrimiento, porque los ojos, la nariz, la boca a la misma dirección, necesitamos poner un pie delante del otro, una línea imaginaria que se traza de ti hacia un horizonte. Si no trazamos esa línea solo hay suspenso, inmovilidad, retención de energía y nuevamente entumecimiento. Y así llego a decirle, "es suspenso... es el deseo... no deseo" Y pienso en cómo resolver ello, el el hecho de no desear, pienso en situar el placer como objetivo de vida, es como si implicitamente estuviera afirmando que estoy en mi periodo Siddharta. Río, obviamente. Pero algo es real, no le pondré a nadie la cruz de "complacerme", porque me condena a jamás aceptar la humanidad y ello a no entender que debo sentir más que "placer". Y vuelvo de nuevo, el placer, el placer, el dolor, tan mezclados que están, tan enroscados que están. Y trato de darme ese placer a mí, pensar que puedo entregarmelo... pero no me deseo. No me puedo satisfacer a mi misma, porque no está allí ese deseo. No puedo hacer nada por mi que realmente valga la pena, porque sin desearme, no tengo placer... y genial, tampoco dolor. Nuevamente entumecimiento.
jueves, octubre 17, 2024
Pantaletas
Me dijeron que te vieron fumando...yo pensaba en tu piel mate y grasa, tu hedor húmedo en la polera blanca, tu rodilla pequeña, tu vello oscuro y ondulado al margen de tu pecho. Tu rostro palpitante e irritado. Tu cuello y un pelón inquieto en tu nuca. Tu uña dura. Tu pulgar gordo. Tus venas cubistas. Tus cejas pobladas dando sombra a esos ojos profundos que no ven a la distancia. Tu boca de sabor necrosado. Gimo
Escarchas en la sombra
Camino lento frente una ventana amarilla.
Una sombra antigua me mira y lo observo de vuelta.
Quiebro la dirección por un segundo, vuelvo a mirar.
Ya no está...
La idea se enrosca en el vientre.
470 días amortajados.
Burlar el pasado, con el engaño que el perdón existe
en otro café,
en otro bar,
en otra calle,
en otra plaza,
en otra pieza,
en otra montaña,
en otra gente.
Después de ti, llegaste tú
Una persona flagelante frente a un dios sordo
Después de ti, llegaste tú
Un hombre que yo no hubiese amado
Después de ti, pudiste ser olvido embalsamado
Llegaste tu... llegaste tu...
puzzle mal armado
Destello violento
trizadura en el recuerdo
Gota de agua sobre letra-tinta
Mi cabeza en tu pecho ha sido sanada.
Pero tu sexo mordaz...
Tu trampa silenciosa...
Hemorragante que camina hacia atrás
Que mancha la historia para vivir en el suspenso
Perdonaré al hombre que amé,
pero el que amó ella, no.
lunes, octubre 07, 2024
Bestias y santos
martes, septiembre 17, 2024
Meditación guiada para el burnout
sábado, septiembre 14, 2024
Santería
jueves, junio 13, 2024
Una Palma que azota la ventana
sábado, marzo 26, 2022
Profundo, metros abajo del delirio
Flotar, de eso consiste sobrevivir a la depresión, de poder y lograr flotar. Han pasado más de 23 años con síntomas de depresión, casi 13 años de un intento de suicidio y casi un año donde siento que debiese darme de alta en algún momento. Durante todo ese tiempo, mi mente ha sido mi aliada y mi enemiga. La estructura, una ética del cuidado, respeto y consideración ha sido la compañía del alma. El delirio, ego inverosímil, adolorido, piel marchita, mi peor contendiente. Aprendí a reconocer los delirios, esos estados de exaltación del ego, aquellos que se apegaban a las palabras "siempre" y "nunca", y esos tiempos infinitos al menosprecio. El delirio, un bucle eterno, ese "algo de razón", el repentino, el ruidoso, ese anzuelo del llanto. Durante más de 8 años me he dedicado a reconocerlo, a evitarlo, a desaparecer esa ficción de mi cabeza, ya sea con la posibilidad de descripción del sueño, como con una voz amiga y confiable.
Quien sospecharía, que de tener una buena vida, el cuerpo se hubiese acostumbrado a la locura. Que de tener una buena vida, un amor sano, un amor poderoso, el delirio quisiera ser parte de mi vida. Me arrojé al anzuelo. Sabiendo que lo perdería todo, sabiendo que lo lamentaría, el profundo me llamaba como algo que jamás dejaría de existir. Estaba en mis dientes rechinando en la noche, junto a mi amado, junto a los ojos de mi amado. Estaba en ese fuego que quemaba. Estaba en el hambre. Estaba en el vacío de la completa calma, como si siempre fuese un animal que vive sin ver, sin oír, preparado para vivir en un ambiente de presión. Arrastrándome. Y a los peces les hablaron de los humanos y su anzuelo, ¿pero le han hablado de la muerte y de la eterna caída? ¿o del anzuelo del accidente?
Como si la calma no fuese parte de mi, ese rechinar de dientes lo advertía, quise lanzarme a las preguntas difíciles, a darme los permisos de equivocarme. Y he llorado, miles de dientes como arena, he llorado el delirio, porque nunca había soltado mi cuerpo. Ahora tengo una pena sana, una pena alegre, una pena que suelta dolor, no una pena como una quemadura que sensibiliza, sino una pena con algo de transformación. No, no podía pretender que solo hacer las cosas bien bastaría, porque que el tic,tic,tic,tic del tiempo, de las piedras blancas me recordaban que podemos disfrazarnos de quien queremos ser, pero estás casada con el delirio.
Las cosas comenzaron a ocurrir de forma tan equivocada, de forma tan liberadora, de forma tan estropeada, pero se sentía tan correcto. Y a de a poco, la lluvia de desgracias, y la última gota, una mujer que atrapaba delirios en la calle, ya no lloraba, ya sabía que todo mejoraría. Ya no lloraba, porque todo estaría bien. Una sequía en el mar. La cazadora de delirios no llora, porque todo estará bien, todo se gestionará de forma adecuada. Y de pronto, el delirio... los siempre, los nunca, los menosprecios, a mi, a ti, todos y el llanto de la abundancia. Quien diría, que para morir, que para llorar, que para soltar, se necesiten cumbres profundas donde vive el delirio. Me reconcilio delirio, como la profundidad se reconcilia con la cumbre.