miércoles, julio 02, 2025

Complaciente

 Dije en muchas ocasiones "me molesto muchas veces, pero me enojo poco", no hubiese reparado lo revelador de esa frase. En este trending topic de "poner límites" que tiene la biopolítica de las redes sociales y que se representa como un tema de conversación al abordar cosas personales con gente cercana, salió esto de "tienes que aprender a poner límites para que no te ocurra de nuevo". No me parece algo exento del género esto de socializarnos como personas complacientes, que piensa siempre en el otro, colaborativas, abnegadas y que debemos expresarnos con mucha cautela y suavidad. ¿Como ser mujer y enojarse? En este desarrollo de la emotividad, percibo que el enojo no es más que el malestar adherido a la dignidad personal, como una forma de expresión de contradicción y negación. Si sacamos la crueldad de la ecuación, ¿por qué resulta tan difícil enojarse legítimamente? 

Así es como esa frase se transformó en una ventana a mi complaciencia, esta persona seudo rebelde que tenía pensada, no permitía el malestar y no el enojo. Y no es hasta que aparecen esos "no" rígidos que te hacen pensar en la contradicción entre "lo tengo que hacer" y "no quiero hacerlo". ¿Cómo no sucumbir a la tristeza cuando la dignidad no es valorada y sin esa dignidad el límite es borroso? Pienso que validar y posicionar el enojo como un instrumento catalizador de una sensación de malestar, conlleva replantear que es un medio que  dirigido a un objetivo netamente expresivo: un "NO". Un NO sincero, un NO cuidadoso, un NO necesario.