Lo he y han dicho antes, la vida se compone de sucesos completamente predecibles, constantes y aburridos, por lo que pretendemos ingenuamente que a partir de un plan se lograría cambiar la condición en la cual se está. Sí quizá es posible mejorar una situación que nos causa cierta dificultad, pero pensar que todo podría cambiar a través de los años si le pones esfuerzo y dedicación es una tarea que implica una gran disciplina. Es posible dedicarle tiempo y sudor a algo, hay una cantidad de posibilidades que pueda funcionar. Pero no es el caso de todos.
Si cavilamos un poco más allá, más profundo en la sensatez, nos damos cuenta que ni siquiera tenemos la herramienta, o mejor dicho, el estímulo para poder llevar a cabo el cambio. Nos cuesta reconocer el proceso y la dificultad de estos, alejamos los fines por el momento que vivimos. No, si nos dedicamos a disfrutar la vida, nada en nosotros va a cambiar, nada en nuestra vida lo hará, los sucesos ocurrirán e influirán en mayor o en menor medida, para que al fin y al cabo nos quedemos con esa "esencia" de ser nosotros mismos.
¿Cómo disfrutar los procesos si estos tienen un sabor agrio cuando lo experimentamos?
Ahí sucede la fe, esa muletilla que nos hace esperar algo diferente, porque venimos a vivir para dar vueltas en círculo y en guerras. Para calentar los asientos y sufrir los desaciertos. Los inútiles de la construcción orgánica somos los helados de pensamientos, los que padecemos de acedia por intolerancia a las respuestas... De éste modo somos, y seremos, un cúmulo de depósitos para gusanos.
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