El disfraz quedó colgado tras la puerta y con la oscuridad parecía un recuerdo, algo que hablaba de aquellos meses que pasamos juntos, de aquellas batallas que no logré superar, pero ahora he dejado a un lado todo lo que pensé ser. Es así como la lluvia entre los días de sol te trae como una casualidad, como el llanto entre la alegría, como el fracaso en el aprendizaje... esa fue la forma en la cual te marcaste como la excepción a toda regla.
Mi muchacho de ojitos tintineantes me dejó sorda con su mirada, y ahora cuando ya no está, mi alma truena dentro de una boca silenciosa ¿Pero qué puedo hacer si el segundero se quedó en mayo? ¿Qué puedo hacer si las horas se quedaron en una mañana de despedida? ¿Qué puedo hacer más que una neblina a mi alrededor para no entender nada de lo que sucede y avanzar?
Y dejar... dejar que el tiempo sedimente la roca de esta emoción que a ratos es devastadora, que alaga mis ojos, que un año lo vuelve diez, y diez años un segundo. Me quedo... me quedo echando raíces esperando nada, porque tan sólo el lienzo tarda en ser pintado. Y que será de esta vida más que el olvido de lo inverosímil.
De metales y otras orquestas del tiempo, me quedo oliendo lo que ya ha pasado, mi flor lozana, mi añejo vino, mis ramas entregandote mis escritos en cada hoja.