"La causa del sufrimiento es el deseo" dijo Buda y así se ha extendido su conocimiento. Claramente el príncipe no experimentó la anhedonia producto de la depresión. Durante unos días me he preguntado qué es lo que me detiene de hacer algunas cosas, en especial aquellas que parecen "evidentes". Miedo, dicen a la primera y yo digo "¿de qué?", podría quizás comprender que el síntoma paralizante puede ser similar, pero he tenido miedo antes y hasta a veces ha sido interesante estar sintiéndolo. ¿Me detiene el miedo?, no, no es así, en especial si hay algo para mí después de un trayecto. El "síndrome del impostor" dicen otros, me convencen un poco más. Quizás sí pienso que una carrera como la que busco es para gente que realmente destaca en estos campos, que destaca en el conocimiento y yo siento que sé tan poco, quizás no soy una persona para competir por algo que quiera. ¿Pero no es el propósito de elegir ese camino? ¿constituirse? Aunque en esta pista atlética ovalada el punto de partida sea el de término, la acción relevante es correr. ¿Rendirse sin intentarlo? Quizás es cierto, no creo en mí, pero tampoco me desestimo de la manera que se puede llegar a pensar. Y de pronto aparece la anhedonia: pienso pero no siento. Comer, comer, comer sin saborear. Intentarlo tantas veces como si fuese a resultar, explorando las distintas posibilidades. Ese entumecimiento del alma, como si fueras congelada y detenida por años en el mismo lugar. De a poco ese hielo comenzó a derretirse, empecé a generar algo de calor, pude liberar mi nariz para poder respirar y algunas emociones comenzaron a aparecer. Pero el placer tardó en llegar. Es dificil de explicar, el placer y el dolor son polos emocionales y ante el entumecimiento, son las únicas emociones que el depresivo busca, de esta manera aparecen los comportamientos de riesgo. Sobrevives en base a esas emociones intensas, porque es lo único que tienes. Pero con el tiempo se vuelve insignificantes, porque sin lo que está entremedio, ninguna de esas dos emociones se siente completa. De este modo, ninguna de las dos emociones son lo que debiesen ser, es sólo euforia. Recuperas los colores, todo parece normal, hasta yo. Volví a sentir placer y nuevamente vino de la mano del dolor, pero no sólo de ello, sino también con la claridad del deseo. Vivir es sufrimiento, porque los ojos, la nariz, la boca a la misma dirección, necesitamos poner un pie delante del otro, una línea imaginaria que se traza de ti hacia un horizonte. Si no trazamos esa línea solo hay suspenso, inmovilidad, retención de energía y nuevamente entumecimiento. Y así llego a decirle, "es suspenso... es el deseo... no deseo" Y pienso en cómo resolver ello, el el hecho de no desear, pienso en situar el placer como objetivo de vida, es como si implicitamente estuviera afirmando que estoy en mi periodo Siddharta. Río, obviamente. Pero algo es real, no le pondré a nadie la cruz de "complacerme", porque me condena a jamás aceptar la humanidad y ello a no entender que debo sentir más que "placer". Y vuelvo de nuevo, el placer, el placer, el dolor, tan mezclados que están, tan enroscados que están. Y trato de darme ese placer a mí, pensar que puedo entregarmelo... pero no me deseo. No me puedo satisfacer a mi misma, porque no está allí ese deseo. No puedo hacer nada por mi que realmente valga la pena, porque sin desearme, no tengo placer... y genial, tampoco dolor. Nuevamente entumecimiento.
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