viernes, octubre 18, 2024

Contacto cero

 Leí por ahí que las personas que conservan a sus ex parejas como amigos son personas que pueden ser psicopáticas o narcisistas, claramente el titular era más categórico que la investigación, más que mal, hablaba que esa conducta privilegia el sostener vínculos para seguir recibiendo beneficios. Tenemos un punto en común, querer seguir recibiendo beneficios, ¿pero cuáles?, ¿bajo qué principios?, si mi valoración hacia el otro siempre va a ser positiva a pesar que un tipo de posición en mi vida no funcione, no significa que esa persona deja de ser lo que ha sido. Sin embargo, si yo no pienso eso de esa persona, si creo que los motivos de distanciarse es porque no veo aquello positivo en el otro y sostengo ese vínculo por otro tipo de beneficios... Claro, puede tener sentido. Pero ninguna de esas razones está completa para mi. Nunca he querido dejar completamente en el pasado a esas personas amadas, porque no lo entiendo, no entiendo como alguien puede amar tanto a alguien y decidir mantenerla lejos: a menos que no sea así, a menos que no te amen. Como desear perder a alguien para siempre, para nunca más tocarla, para nunca más reír junto a esa persona, por qué desear la muerte de esa persona en tu vida. Nunca lo he entendido. Nunca he entendido por qué mi madre deseo dos hijas para hacerlas sentir que no eran amadas, para hacerlas sentir invisibles, para hacerlas sentir un estorbo. Nunca pude entender por qué mi abuela fue la primera en partir, por qué desear que la única persona que te ama, te cuida, te hace feliz debe acabar. Por qué llegar a desear deshacerte de lo que amas. 

Vivir es sufrimiento... pero no sólo eso

 "La causa del sufrimiento es el deseo" dijo Buda y así se ha extendido su conocimiento. Claramente el príncipe no experimentó la anhedonia producto de la depresión. Durante unos días me he preguntado qué es lo que me detiene de hacer algunas cosas, en especial aquellas que parecen "evidentes". Miedo, dicen a la primera y yo digo "¿de qué?", podría quizás comprender que el síntoma paralizante puede ser similar, pero he tenido miedo antes y hasta a veces ha sido interesante estar sintiéndolo. ¿Me detiene el miedo?, no, no es así, en especial si hay algo para mí después de un trayecto. El "síndrome del impostor" dicen otros, me convencen un poco más. Quizás sí pienso que una carrera como la que busco es para gente que realmente destaca en estos campos, que destaca en el conocimiento y yo siento que sé tan poco, quizás no soy una persona para competir por algo que quiera. ¿Pero no es el propósito de elegir ese camino? ¿constituirse? Aunque en esta pista atlética ovalada el punto de partida sea el de término, la acción relevante es correr. ¿Rendirse sin intentarlo? Quizás es cierto, no creo en mí, pero tampoco me desestimo de la manera que se puede llegar a pensar. Y de pronto aparece la anhedonia: pienso pero no siento. Comer, comer, comer sin saborear. Intentarlo tantas veces como si fuese a resultar, explorando las distintas posibilidades. Ese entumecimiento del alma, como si fueras congelada y detenida por años en el mismo lugar. De a poco ese hielo comenzó a derretirse, empecé a generar algo de calor, pude liberar mi nariz para poder respirar y algunas emociones comenzaron a aparecer. Pero el placer tardó en llegar. Es dificil de explicar, el placer y el dolor son polos emocionales y ante el entumecimiento, son las únicas emociones que el depresivo busca, de esta manera aparecen los comportamientos de riesgo. Sobrevives en base a esas emociones intensas, porque es lo único que tienes. Pero con el tiempo se vuelve insignificantes, porque sin lo que está entremedio, ninguna de esas dos emociones se siente completa. De este modo, ninguna de las dos emociones son lo que debiesen ser, es sólo euforia. Recuperas los colores, todo parece normal, hasta yo. Volví a sentir placer y nuevamente vino de la mano del dolor, pero no sólo de ello, sino también con la claridad del deseo. Vivir es sufrimiento, porque los ojos, la nariz, la boca a la misma dirección, necesitamos poner un pie delante del otro, una línea imaginaria que se traza de ti hacia un horizonte. Si no trazamos esa línea solo hay suspenso, inmovilidad, retención de energía y nuevamente entumecimiento. Y así llego a decirle, "es suspenso... es el deseo... no deseo" Y pienso en cómo resolver ello, el el hecho de no desear, pienso en situar el placer como objetivo de vida, es como si implicitamente estuviera afirmando que estoy en mi periodo Siddharta. Río, obviamente. Pero algo es real, no le pondré a nadie la cruz de "complacerme", porque me condena a jamás aceptar la humanidad y ello a no entender que debo sentir más que "placer". Y vuelvo de nuevo, el placer, el placer, el dolor, tan mezclados que están, tan enroscados que están. Y trato de darme ese placer a mí, pensar que puedo entregarmelo... pero no me deseo. No me puedo satisfacer a mi misma, porque no está allí ese deseo. No puedo hacer nada por mi que realmente valga la pena, porque sin desearme, no tengo placer... y genial, tampoco dolor. Nuevamente entumecimiento. 

 Escríbeme una historia en la que triunfemos

Déjala atorada en la reja y yo sabré que no es necesaria la historia

jueves, octubre 17, 2024

Pantaletas

 Me dijeron que te vieron fumando...yo pensaba en tu piel mate y grasa, tu hedor húmedo en la polera blanca, tu rodilla pequeña, tu vello oscuro y ondulado al margen de tu pecho. Tu rostro palpitante e irritado. Tu cuello y un pelón inquieto en tu nuca. Tu uña dura. Tu pulgar gordo. Tus venas cubistas. Tus cejas pobladas dando sombra a esos ojos profundos que no ven a la distancia.  Tu boca de sabor necrosado. Gimo

Escarchas en la sombra

Camino lento frente una ventana amarilla. 

 Una sombra antigua me mira y lo observo de vuelta. 

Quiebro la dirección por un segundo, vuelvo a mirar. 

Ya no está... 

 La idea se enrosca en el vientre. 

470 días amortajados. 

Burlar el pasado, con el engaño que el perdón existe 

en otro café,

 en otro bar,

 en otra calle,

 en otra plaza,

 en otra pieza,

 en otra montaña,

 en otra gente.

 Después de ti, llegaste tú

Una persona flagelante frente a un dios sordo 

 Después de ti, llegaste tú

 Un hombre que yo no hubiese amado 

Después de ti, pudiste ser olvido embalsamado

  Llegaste tu... llegaste tu... 

puzzle mal armado

Destello violento

 trizadura en el recuerdo

 Gota de agua sobre letra-tinta

 Mi cabeza en tu pecho ha sido sanada.

 Pero tu sexo mordaz... 

Tu trampa silenciosa... 

Hemorragante que camina hacia atrás

Que mancha la historia para vivir en el suspenso

Perdonaré al hombre que amé,

 pero el que amó ella, no.

lunes, octubre 07, 2024

Veo tu foto, la más reciente que tienes en el perfil de tus redes sociales. Los roles invertidos. Te veo, clickeo tus textos antiguos. Te recuerdo como al inicio. Sonrío. Soy feliz. Te tengo un poco. Te veo como siempre te vi, hermoso. Sí, el MAV era hermoso para mi, era tu historia. Las cejas de villano sonriendo. La pulsera roja para alejar a los brujos. Como si fuera la nueva. Como si fuera un inicio. Te veo por unos momentos. ¿me olvidaste? Empezaste de nuevo. Como sueles hacer. Solo se sigue, nunca un paria. No hay consecuencias. Solo yo mirando, extrañada de lo que hago. Y si mi paro frente a tu ventana en vez de solo caminar. Para verte de nuevo. Como si nada hubiese ocurrido. Como tu haces. Como si no hubiesen consecuencias. Sonrio. Soy feliz. Te busco. Me bloqueas. Me bloqueas. Me bloqueas. Me bloqueas. ¿Soy yo la depredadora?

Bestias y santos

RAE "Sádico adj. Perteneciente o relativo al sadismo. cruel, despiadado, bestial, feroz, salvaje". Dijeron que era incompatibilidad, pero ahora me doy cuenta que el público que nos rodeaba no eran buenos psicoanalistas. El depredador caza a su presa cuando está en movimiento, pero indefensa, para así reconocerla viva. Todas corrieron fugaces y tu las ibas a atrapando y soltando, atrapando y soltando, para someterla hasta devorarla. Y así fue casi todo el tiempo, una presa, que devoraste completamente, despojando toda humanidad. Pero siempre estuve muerta. Pensaste que porque parecía viva, porque me tomaste en un momento de felicidad y luego tristeza ya era una presa, pero no sabías lo que ocultaba. Ya había muerto tantas veces, hasta que lo reconociste en mi, la presa que no muere. Después del placer había culpa, como si necesitaras matar, pero no que murieran. Porque matar era tu instinto y la muerte era la culpa. ¿Acaso no muchos se sientan con un trozo de carne y lo comen sin la necesidad de reconocer que detrás de ello hubo muerte? Alguien lo mató, nosotros somos solo carroñeros, no rapaces. Pero me he dado cuenta, que estaba allí, me quedé allí, como la amortajada que era. Necesitaba a quien culpar de mi muerte, para que la gente que me rodeara no me culpara a mí. Y cada vez que me llevaste al extremo, temí, dudé, no era sano, no era propio, pero volvía, volvía a tu tortura. No encontraste a una presa. Tu tan solo podías hacer lo que querías y yo fingiría que quería algo normal, pero me hacías sentido en el dolor. ¿Alguien cuenta la historia de cuando un sádico encuentra a una masoquista? ¿El sádico se aburre? ¿es toda la dinámica necesaria? ¿acaso la dualidad y negación del masoquismo generaba la permanencia? ¿Acaso no son así los mártires, los empáticos de la relación bestial? Negar que algo es deseado y entregarse, ser la imagen que necesitas de bondad, de entrega, pero dispuesta a su aniquilación. Quizás vampira, quizás una santa, quizás una virgen, quizás un delirio. Yo era el cuello seguro para morder. Era el martir que buscaba ser santo. Era la mujer para ser corrompida. No era nada de eso. Y quizás te amé, porque de la manera que necesitabas la sangre, yo debía entregar la mía... Era la noble costurera. La ficción del día que llegaras puro. Pero la verdad... la verdad es que nunca llegarías puro y yo era un espectro en el abismo. Quiero que me digas que hacer, quiero que discutas conmigo, quiero que comas de mi, quiero ser la carne que jamás se pudra en tu mesa... prende las velas. Mi querido brujo