Sí, soy yo.
Una amiga me decía que se sentía triste luego que un chico había terminado con ella, si bien no había hecho nada malo durante la relación y era entendido por ambas partes de esa manera, ella sentía que algo malo había en sí misma. Sí, probablemente evitamos reconocer que somos los malos de la película y nos acostumbramos a decir "es que cuando mastica hace sonar la boca", "tiene mal aliento en la mañana", "cuando discute, parece demasiado sobresaltado", "es demasiado copuchentx" y asi una serie interminables de razones. Sí, pareciera que el problema está en el entorno, está en el otro, pero en un mundo donde estamos acostumbrados a alienar nuestro ego y existencia, estamos pasando por alto que esas son nuestras percepciones: "yo no me puedo concentrar cuando mastica", "al despertarme mi olfato es más sensible", "me atemoriza la gente molesta", "me atemoriza que esa sea su percepción de mi". Todo pasa por la historia personal sensible ante el mundo, una serie de elementos entrecruzados que marca nuestra percepción de agrado y desagrado. No queremos ser la persona que no pudo desarrollar el cariño en la relación, en especial si somos mujeres y debemos ser las que quieren más. Y de a poco, tomamos el monopolio del afecto, mi malestar ante el otro, ya sea dirigido o no hacia a mi, es más relevante. El problema es el otro... y el otro, enseñado a lograr y alcanzar el objetivo de ser querido, cambia, se adapta, se entiende como el problema, porque su objetivo es algo que jamás dependerá de él.
Cada vez me hago más amiga de "no eres tu, soy yo... y probablemente siempre seré yo".
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